lunes, 26 de julio de 2010

Llevaba horas sentada en el aeropuerto, observando el ir y venir de la gente. Le fascinó la idea de que todas esas personas con las que ahora se cruzaba, en apenas unas horas estarían esparcidas por todos los rincones del mundo.

Un buen libro, un café machiato para llevar, y las horas muertas frente a la puerta de embarque de un vuelo retrasado. Pero no le importaba,estaba bien allí, observando, analizando, reflexionando, leyendo ese libro que tenía tantas ganas de leer, y un buen café, era todo lo que necesitaba tras un fin de semana rodeada de gente las 24 horas del día. Se necesitaba, necesitaba estar consigo misma, disfrutar de su soledad, leerse por dentro, hablarse y escucharse. Siempre que está con gente mucho tiempo se empieza a echar de menos, porque no se oye entre el ruido, por eso estaba disfrutando de esa espera.

Una última llamada al vuelo 734 con destino Marrakech, le hizo levantar la mirada de manera inconsciente y abandonar la lectura. Le vio, sus miradas se cruzaron durante un segundo, por segunda vez en aus vidas, era él, el chico que le hizo sonrojar al verlo por primera vez. Fruto de la casualidad, un capricho de ese destino en el que se empeñaba en no creer, y la magia del azar, cruzaban sus caminos por segunda vez.

Se alteró, algo se le movía por dentro, le envolvía su presencia, se despertaron sus instintos... Pero no era capaz de moverse, ni siquiera de levantar la vista del papel, por miedo a no soportar otro cruce de miradas.

Con el rabillo del ojo le vio perderse entre la gente que poblaba el aeropuerto, esa gente que en unas horas se esparcería por el mundo, y sintió miedo, miedo a que el destino se hubiese enfadado ante su cobardía y lo mandase al otro extremo del mundo, donde otra sería más valiente y aprovecharía la oportunidad.

Pero se paralizó, se quedó sentada y le vio marchar mientras se odiaba porque quizás nunca descubriría su olor en su almohada

martes, 13 de julio de 2010

Hasta pronto Compostela

Llevo varios días en la casa de mis padres, en una época de transición hacia mi nueva vida en la ciudad herculina. Me apetece el cambio, pero aún así no puedo evitar sentir que cierro la que hasta el momento ha sido la época más bonita de mi vida.

Dejo atrás mi vida en la habitación nº 32 de la Residencia HCR, dejo atrás piso-placer, el ruta, el retablo, los vinos del Orense, el cocodrilo del Abellá, lospartidos en el Gambrinus, las cañas diarias en la cerve, la conchi, las horas en bilogía, los "espérame en la puerta de la facul", las clases en el aula nova, los exámenes en el salón de actos, las colas de la fotocopiadora porque Rebeca no apura, los cafés en el SEU, tomar el sol en el campito de farmacia, las horas muertas en el suelo del Obradoiro, las tardes de lectura en la Plaza de la Inmaculada, las novatadas con los Pinarios, los colacaos con Martínez, la sala de la tele, las misas cantadas "voluntariobligatorias", los "te cojo ropa que no traje para salir", la terraza del 4º, el piso comuna de los kukis, los "un hombre ha hablado", el rakatá hasta el amanecer, el "porque somos abogados, conocemos nuestros derechos y punto", las pelis en cama con Alba, hacer la compra en el Mercadona, las dormidas en colchones, San Pepés, Peñas, Baiona, Magostos...

Llegué a Santiago llorando, en un día gris, y me habéis pintado estos 5 años de mil colores. No es una despedida, porque ya formáis parte de mi vida, y cada uno tiene un trocito de mí.

Gracias a todos, por estar ahí, por crecer conmigo;

Alba, Cris, Ramil, Novoa, Seijo, Auri, Patri, Silvia N, Silvia G, Rocío, Fátima, Buchy, Ruth, Eva, Raquel, María, Rico, Javi, Rober, Noel, Laura, Kuka, Pepa, Lu, Miriam, Ceci, Mónica, Belén, Iago, Palo, Mele, Maikel, Marián, Rubén, Aser, Miguel, Rebeca.

Espero no olvidarme de nadie.


domingo, 4 de julio de 2010

Reflexiones tras la barra de un bar


Estoy tras la barra de mi bar, mi primo me hace compañía mientras por fin, tras el partido y las cenas del sábado noche, parece que por fin todo el mundo está atendido. Él está enfrascado en una conversación sobre el futuro, salidas laborales, etc.. Yo le asiento con la cabeza mientras intento hacer un contexto coherente de dónde me encuentro, de la cantidad de historias y personas distintas con las que me he cruzado hoy, algunas de ellas amigas, otras, personas que nunca recordaré, o que posiblemente un día por la calle no logre ubicarlas y no sepa en qué momento nos cruzamos.

Ahora mismo, mientras ando con el móvil escribiendo, y mi primo sigue hablando, hay una pandilla de veinteañeros celebrando con jarras de cerveza la victoria de España contra Paraguay, enfundados en sus banderas rojigualdas. Yo creo recordar, de anteriores sábados noche entre cervezas, que se declaraban republicanos, pero en fin, "el espíritu de la roja".

Dos mesas más allá, tres matrimonios de los de antes, de los de toda la vida. Ellos, parecen pavos hinchados, con su faria en la mano, con sus cafés irlandeses (sí, con lo que jode prepararlos), ignoran la presencia de sus féminas. Ellas, cacarean sobre su día de rebajas, han gastado mucho, muchísimo, pero claro, según ellas sus maridos les consienten todos lo caprichos. Me pregunto si algún día su capricho será una conversación mixta.

En la barra hay una pareja joven, creo que llevan poco tiempo juntos, aún tienen ese brillo de vergüenza cuando sus miradas se encuentran, las sonrisas lascivas, la mano de él acariciando la pierna de ella más arriba de lo normal.

Tres chicas brindan por su amistad en la mesa que está frente a mí, una de ellas porque va a casarse, otra de ellas porque va a dejar a su novio celoso, y las tres, simplemente porque siempre serán las tres.

Y entre cañas e irlandeses, entre la victoria patria, entre las risas entre amigos, los gestos cómplices de los amantes y las confesiones que se negarán en cuanto salga el día, entre todo, está él. Aparenta más por las huellas de la vida, pero debe de tener unos 40, le conozco del pueblo, a él y a su familia, pero no sé nada de su vida, tan sólo, le conozco y no le conozco de nada. Tiene la mirada perdida en la copa, mientras le da vueltas inconscientemente.
-Echa un vino nena...
-Ahí tiene señor, son dos euros.

Me mira extrañado, y de repente su expresión se relaja, sus ojos se inundan de pena y recuerdos, o eso me parece a mí.

-Me recuerdas a mi hija, tiene una melena larga y morena como la tuya, y ojos dulces y negros como el azabache... (sonríe tiernamente mientras se agarra a la copa). Pero claro, ella aún es pequeña, debe de tener 9 o 10 años, mira una foto.-

Me enseñó la única foto que llevaba en su cartera, doblada por las esquinas. Aunque ahí la niña debía de contar con unos 5 años.

-Es muy guapa.- No sé porqué pero al decir esto se me atragantaron las lágrimas en la garganta

-Hace mucho que no la veo, vive con su madre y su pareja, pero sé que le va bien, es muy estudiosa, me va a salir médico o algo así, muchas veces imagino cómo será su vida, y cómo será ella de mayor, qué tipo de mujer será.- Se le apagó la sonrisa, se bebió el vino de un trago y me puso los dos euros sobre la barra.

-Seguro que será una gran médico, y una gran mujer, ya lo verá.-

Se perdió entre la noche, y yo me quede aquí, entre risas y alegrías, en la misma posición que estaba antes de servirle el vino, mi primo sigue con la misma conversación, pero a mi se me ha encogido el pecho, y ahora soy yo quien tiene la mirada perdida.