miércoles, 12 de enero de 2011

Delirios de morriña


Papeles, maletas, ruido de puertas, de cisternas antes de dormir...
Pero no oigo "toc-toc" al otro lado de la pared...

Ciudad, urbana, bus, jardín, asfalto, piedra, adoquín...
Pero no me habla.... No me conoce... Ni me dice entre susurros de viento "descúbreme"...

Exámenes, aulas, calendario, pizarra, códigos, gente, incluso caras conocidas...
Pero no están "mis ellos" a la hora del café...

Quiero los delirios sentada en la plaza, apoyada a mi columna, y sentir que soy invisible y juego con ventaja...

Quiero despertar con el sabor amargo del licor café con la ropa aún puesta...

Quiero una de esas noches que no esperas y sales con los libros y la carpeta...

Quiero descubrir una de esas tiendas pequeñas escondidas y acabar tomando té con la dependienta...

Quiero... No, quiero no, necesito...

Necesito pasear por esas piedras, que ya eran un poquito mías... Con la compañía de mi cámara y mi libreta...

Necesito acostarnos en la plaza del Obradoiro a mirar a La Gigante de Piedra, y descubrirle cosas nuevas...

Necesito saber, que me esperan unas cañas en San Jaime, y a su vez horas de luz de flexo entre termos de café...

Necesito imaginar entre risas cómo serán nuestras vidas, cómo seremos dentro de unos años, y hacer planes que nunca cumpliremos...

Necesito Compostela

jueves, 16 de diciembre de 2010

Fantasmas y Aires

Fantasmas y aire

A veces ocurre que los fantasmas del pasado te acechan, cuando ya estás bien, en un día normal, con tus rutinas, con tus manías... De repente, vuelven a apareerse en tus sueños, te asaltan al escuchar el claxon de un coche por tu calle, y un escalofrío recorre tu columna vertebral al pensar en momentos concretos ya vividos. 

Estás bien, pero te das cuenta, en cualquier momento del día, que tienes los músculos tensos y el estómago contraído, sin saber por qué.

Y te cabreas, con el mundo, estás irascible con la gente que tienes alrededor, y eres más dura con aquéllos que más quieres. Aunque al final, en ese momento de lucidez y autocrítica fugaz, te das cuenta de que sólo estàs enfadada contigo misma. Y es ahí cuando rompes, lo sacas todo, mejor si es a solas, y a poder ser a oscuras, (cada uno tiene sus manías...). Y cuando esto pasa, sientes en el pecho el alivio que sientes cuando sales del agua buscando esa primera bocanada de aire fresco, de oxígeno. Ahí ya tienes fuerza para poder mirarte al espejo sin llorar, para envalentonarte y aguantar otra temporada sin permitir a los fantasmas que se acerquen a menos de dos kilómetros de distancia

martes, 7 de diciembre de 2010

Días para una misma...


La lluvia rebotaba contra la ventana velux de su habitación, y ella, ella disfrutaba de uno de esos momentos tan suyos. Tirada en la cama, escuchando llover, y la música del CD de Reiki que había comprado en aquella tienda escondida en una de esas ruelas de Compostela por las que le encantaba perderse cuando llovía. Se incorporó un poco, mojó el chupa chups en el té de frutas, le dio un sorbo corto y se volvió a tumbar, jugando a agarrarse la punta de los calcetines, pensando en todo, sin pensar en nada, rodeada de velas metidas en vasitos de té, y olor a incienso de canela...

-Venga, voy a estirarme, a relajarme...- Primero pienso en los dedos de los pies... No pesan, los siento ligeros... Suben por mis pies, por mis tobillos... ahí... me detengo ahí... ya no siento mis pies, están flotando en mi habitación, mientras escucho el agua en los cristales mezclado con la música de fondo... Sigue subiendo por mis piernas... y así poco a poco por todo mi cuerpo, agoto mis dedos, vuelve a subir por mis brazos, soy ligera, mi cabeza? no... la cabeza no... quiero ser consciente de esta sensación...

Estuvo así durante cerca de una hora, cuando empezó a ser consiciente de su cuerpo de nuevo, se desperezó, cogió el chupa chups que había dejado en la taza del té, y volvió a jugar con sus pies en el aire... A veces necesitaba días así, días de ella misma, que las horas pasaran ajenas a su existencia en ese refugio tan suyo.

Siguió allí, en su cama, durante horas, cantando en playback, bailando frente al espejo, desnudándose, encontrándose, sintiéndose... dormitó un rato y acabó vistiéndose de nuevo con esa camiseta vieja de surf, que llevaba tantos años en el armario y que no tiraría jamás, unas braguitas de lunares y un calcetín de cada color... como siempre... Jugó con sus rizos, o lo que quedaba de ellos, mientras pensaba qué hacer con lo que quedaba de día.

Se fue a la ducha cantando, para acabar el día con ella misma, saldría a dar un paseo bajo la lluvia, sola, con su ipod... Esquivando los charcos, o no. Tocando los árboles abandonados en el medio de la ciudad con la punta de los dedos. Chantajeando con una mirada al vagabundo de tres calles más abajo, sus ojos le tenían secuestrado el corazón. Desafiando a las señales. Jugando a ser una solitaria en el medio de la ciudad.

Y por la noche, cuando volvió a su habitación pensó:

"Días así son necesarios para cargar las pilas..."

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Amores que matan


Habían quedado para tomar un café, todo un logro, pues últimamente era casi imposible quedar con ella. María no podía dejar de mirarla, eran amigas desde hacía cuánto... 8 años? La conocía perfectamente, le dolía verla así. Desde que le conoció todo cambió, ella cambió. Tenía la mirada apagada, ya no era la misma, ella, que reía por cualquier cosa, que siempre movilizaba a sus amigos para quedar, que siempre les arrancaba una sonrisa. Ahora estaba apagada, se había quedado sin luz.

- Hacía mucho que no nos veíamos.

- Ya, he andado liada. - Daniela bajó la mirada, mientras revolvía la sacarina en el café.

- Sacarina?. Desde cuándo tomas sacarina?. Estás gorda, no? Te lo ha dicho él?. No te reconozco Dani, eres otra persona, te ha cambiado y te está apartando de tu entorno, y tú no te das cuenta. Se lo consientes.

- No empecemos, o me voy. No sé por qué le tenéis tanta manía.

- PORQUE TE ESTÁ ANULANDO¡¡.- Daniela puso un euro encima de la mesa y se levantó.- Ey espera, lo siento, no quería ser brusca, siéntate. Por favor.

Se sentó, en silencio, mientras María le agarraba la mano y buscaba su mirada.

- Sólo intento entenderte, ayudarte. Por qué le defiendes?

- Porque le quiero.

- No ves que no eres tú, que no te deja salir, que te tiene dominada y encerrada. Esos celos no son normales Dani. Por qué se lo consientes?

- Porque le quiero.

- No se puede querer a tu carcelero, no te das cuenta. Apuesto a que  no sabe que estás aquí conmigo. Con Adrián no has vuelto a bajar, es tu mejor amigo Dani, te echa de menos, todos te echamos de menos

- Tiene celos por que teme perderme, porque me quiere, no entendéis  nada. No podéis echarme de menos, no me he ido a ningún sitio por Dios...

- Dani, te conozco, te lo niegas, pero sabes que es verdad. Sabes que has cambiado. Sólo dime los por qué, déjame intentar entenderte. Por qué le consientes que te mire el móvil, que controle tu forma de vestir, que te insulte, que no te deje ver a tus amigos?

- Te lo he dicho, por que le quiero.

Las dos miraron al café, Daniela intentando no romper a llorar, y María intentando no exaltarse, y agarrarla hasta hacerla entrar en razón. Sólo quería gritarle, estaba enfadada con ella, por ser débil, por haberla perdido, a su amiga, a su confidente. Quería decirle que no estaba sola, que dejara a ese cabrón que la estaba matando en vida, que le estaba robando la juventud, que no volvería a tener 20 años... Tenía que serenarse, no quería que se fuera.

- Dani, te quiero. Y como te quiero, no puedo decirte lo que debes hacer, cuando alguien te quiere acepta tus decisiones, y las apoya. Mira, siempre, y cuando digo siempre, es siempre, voy a estar ahí para tí. Sólo te voy a pedir una última cosa. Dime, mirándome a los ojos, con la mayor sinceridad que puedas, por qué estás con él.

Daniela levantó la mirada con las lágrimas a punto de desbordar, con rabia contenida, apretando los labios. Cada sílaba salió de su boca despacio, con dolor, como si la desgarrasen por dentro...

- Por que si le dejo... me mata...

martes, 12 de octubre de 2010

Quererse, sin querer...

Y si lo nuestro se acabó sin empezar? Como te digo adiós si nunca te tuve, si no te quiero dejar marchar?...

Cómo explicar, que extraño tu olor... Cómo dejar de pensar en un beso, sólo eso, el único beso que nos dimos a escondidas, sintiéndonos culpables, doliéndonos de querernos. Cómo le cuento a mis amigas que necesito tu voz al otro lado del teléfono antes de dormir, tu voz, que nunca me dio las buenas noches desde mi cama, y aún así ha sido la más cercana que he sentido.

Cómo se cuenta a alguien, que necesito tus abrazos, y que quizás nos sentimos tan solos que necesitamos auxiliarnos el uno al otro, que nos deseamos con las manos atadas, que no podemos probarnos, y descubrir a qué sabemos...

A veces, imagino cómo será el momento de tenernos, y tengo miedo. Parece una niñería, pero me siento virgen en tus manos, vulnerable, vergonzosa, y a la vez ansiosa de tus besos.

Y sé que te tengo si yo así lo quiero, y a la vez no te tengo como yo quiero... Y tú, me quieres y no sabes que me tienes, que si me abrazas nunca más querré separarme de tí, de la protección que me susurra tu cuerpo de adulto precoz.

 Y todo es tan fácil cuando dos se quieren... Y todo es tan difícil cuando no les dejan quererse... Que cada gesto duele, cada día cuesta, cada beso en otra boca aumenta el vacío, la soledad de estar con alguien que no eres tú... 

Cómo duele cuando se quiere sin querer...

domingo, 3 de octubre de 2010

Un paseo... que no dejo de recordar

Damos un paseo?
Son las dos de la madrugada, y están aquí mis padres.
Por favor...


Lo dimos. Bajo la mirada curiosa de mis padres, nos fuimos. Yo, que estaba tan segura de mí misma, de que todo era pasado, y tú sólo un buen amigo, vi como mi mundo se movía cuando me apartaste el pelo con cuidado y levantaste mi barbilla.

El miedo me paralizó, y me aparté de tí, de tí, que ya me robaste el corazón en otra ocasión, aunque no fueses consciente, de tí, que sin saberlo me rompiste en dos al verte con ella de la mano. De tí, que desde ese paseo no sales de mi cabeza, que haces que esté ausente, callada, y con el corazón en la garganta.

De tí, del que me debería haber apartado antes de que me llegase tu olor, que ahora no puedo evitar buscar en mi almohada al despertar. De tí, que cada vez que te veo quiero correr hacia tí y abrazarte fuerte.

Ahora veo mi post anterior, y me rio de la ironía... Ten cuidado con lo que pides, porque puede que se cumpla.

viernes, 10 de septiembre de 2010

De descubrirnos..


Nunca he sido de cuentos de princesas y valientes caballeros, no creí jamás en esos príncipes azules que se jugaban la vida por un amor puro, y las rescataban de su duro cautiverio en amplios castillos custodiados por feroces dragones. Ni me gustaba el color rosa, ni jugaba con muñecas siliconadas. Odiaba los vestidos, las trenzas en el pelo y los zapatitos de charol. Jugaba con legos y playmóbils, prefería salir a correr al campo que peinar muñecas, los niños no ocupaban ni un segundo de mi pensamiento antes de dormir, porque antes de acostarme prefería leer libros de aventuras y soñar despierta con ser una valiente pirata que surcaba los mares, o viajar de la mano de Julio Verne al centro de la tierra.

Sin embargo, y aunque las niñas de mi edad se empeñaran en decirme lo rara que era, yo me veía de lo más normal, y ese tema no me robaba el sueño, puede que fuera una redicha, o simplemente que copiase a los mayores esa coletilla que usaban para todo lo que se escapaba a mi entendimiento y no les apetecía explicarme, pero pensaba "ya lo entenderán cuando sean mayores".

No me gustaba la idea de que un gordo vestido de rojo anduviera a sus anchas por mi casa, ni entendía porqué un señor que no conocía de nada me traía regalos una vez al año, pero no me dejaba verlo. Con seis años dejé de creer en él y en esos tres reyes, (que nadie me sabía decir de qué países eran reyes) y que a mí me cubrían de regalos y a mi vecina no le traían nada, no entendía que castigasen de una forma tan cruel a una niña que era bastante más obediente que yo. Así que a los seis años dejé de creer en los reyes, y desde los seis años en cierta manera se puede decir que soy republicana.

Con ocho, me enfadé con Dios y volví locos a mis padres a preguntas sobre el alma, la muerte y el más allá, porque a alguna monja sin un mínimo de pedagogía se le ocurrió la gran idea de hablarme del limbo. Ese mismo año, esa misma monja, me dio una hucha para recaudar dinero para construír un comedor para unos niños de Venezuela. Gané una pelota por ser la niña que más recaudó del colegio, pero casi me la quitan cuando pregunté porqué habia tantas iglesias y tantos "edificios donde vivían monjas y curas" y esos niños no tenían un comedor. A los ocho años dejé de creer en la Iglesia, aunque me reconcilié con Dios, que no tenía culpa de tener esos "representantes" en la Tierra.

Con quince años a mis amigas les dio por teñirse de rubias, y a mí me pareció mucho más divertido ponerme tres rastas blancas y una azul. Ese mismo año empecé a tener inquietudes políticas sin darme cuenta, comencé el curso con un sobresaliente en historia, hasta que mi profesor (que podría estar sentado a la derecha de Franco) empezó a contarnos su particular visión de la Historia de España, y me hizo saltar de la silla de mi pupitre. Me costó sacar menos nota en historia, y bastantes días en la sala de castigo. Me dí cuenta con quince años de que era socialista, y también porqué no reconocerlo, de que tenía cierta incontinencia verbal.

El mes que viene cumplo veintitrés años, y me pregunto de cuántas cosas más me iré dando cuenta poco a poco, cuánto me quedará por conocer de mí misma. A día de hoy, me alegro de seguir siendo la rara, y que aún siendo así, esas niñas de rosa y vestidito, que se tiñeron el pelo de rubio a los quince, y con las que hoy voy a cenar, y seguramente a discutir por algo, sigan a mi lado por lo menos otros veintitrés años, para irnos descubriendo, abriendo y cerrando etapas, y para ver si con 46 son lo "suficientemente mayores para entenderme", por ahora he de decir que por lo menos lo intentan.