martes, 9 de marzo de 2010

Siempre amanece

Anoche

Anoche me invadió de nuevo el frío de la duda, el aliento en la nuca que te deja el alma helada, desarmada.
Anoche sentí temor al miedo, miedo al pánico, pánico al desasosiego de la ansiedad, a derrumbarme ante mí misma.
Anoche, bajé del todo la persiana de mi cuarto y me senté en el suelo a esperar al día, sin darme cuenta que si no enfrentas la noche no verás cuando amanece.

Aunque no podía dormir me negué a no soñar, y soñé despierta con una realidad paralela donde lo imposible fuera posible, y a medida que soñaba, ambas realidades se fueron entremezclando.

Soñé que el frío quemaba, y recordé la sensación de la piel expuesta al hielo, soñé que las lagrimas no existían, xk no había penas, pero recordé las lagrimas de alegría cuando algo te acaricia el alma, el llanto de un recién nacido cuando se enfrenta al mundo. Me inventé un cielo de colores, que rompiese con el azul efecto del defecto, y pensé en los atardeceres naranjas, rojos, amarillos, donde parece que el cielo arde ante la pasión desbordada del sol, la negrura de la soledad de la noche, violada por la pureza de la luz de luna, de los destellos de las estrellas.

Seguí durante un rato, imaginando mi realidad inventada, quise caminar descalza sin sentir frío ni dolor, y rememoré ese primer día de verano, cuando hundes los pies en la arena, el primer día de primavera descalza por el campus, acariciando la hierba con los dedos.

Cuando acabé de imaginar, me di cuenta de que nada es imposible, sino que depende de la posición que uno mismo adopte frente a la realidad.

Levanté la persiana y abrí la ventana, esperando al amanecer.

Yo he decidido reinventarme la mía. Y sé que puedo hacerlo.

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