martes, 5 de enero de 2010

Simplemente, nosotros.

Me encanta mirarte en silencio, sin que te des cuenta...
Cuánto hemos crecido, codo con codo salvamos una adolescencia por la que pasamos casi casi de puntillas; cuántas cosas hemos vivido juntos, frente con frente, con los ojos cerrados, tragando el dolor de los malos tragos, y abrazados, saltando al ritmo de la música de Vetusta, celebramos los buenos momentos; qué buenas las vueltas en tu coche de la playa, cantando y riendo.

Hoy no te concentras en estudiar, y yo sé porqué, pero no te diré nada, ya lo harás tú... No paras de tocarte el pelo intentando acomodarlo, estás tan guapo que me resultas el ser más tierno y frágil del mundo, como un ángel que no es consciente de su perfección, sólo quiero cuidarte, mimarte y protegerte, crear para tí un escudo en el que tu esencia quede intacta; y mientras tú sigues con tu pelo una sonrisa viene a mí al recordarnos de niños, al imaginarnos de viejos; siempre ha sido así, siempre será así, tú y yo, nuestras playas, nuestros montes, sitios dónde perdernos, quizás simplemente intentando encontrarnos.

Me miras interrogante, sabes que algo estaba pensando, que no estoy estudiando, y me sonríes, te devuelvo la sonrisa y disimulo bajando la vista a mis apuntes... Siempre has estado a mi lado, llevándome al caballito cuando no podía andar sola, abriéndome los ojos cuando tenía una venda negra, despacio, sin herirme, y compartiendo el dolor de mis heridas con una empatía propia de mi análogo. Te recuerdo, a los pies de mi cama en el hospital; esperándome en mi portal cada viernes, con una paciencia infinita que no merezco.

Sigues inquieto en tu silla, parece que ese ejercicio se te resiste, y pones cara de concentración, aunque sé que es una careta, una pose, para que me crea que estudias, y quizás tú también intentes creértelo, y así conseguir concentrarte...
Sé que lo sabes, pero no sé hasta qué punto eres consciente de lo mucho que significas para mí, de lo mucho que te quiero, no hace falta que te lo diga, porque simplemente... somos nosotros.

Dejas el boli en la mesa, miras por la ventana y bebes agua, vuelves a intentar concentrarte... Y me doy cuenta de que tengo hacia tí el sentimiento más puro que se puede tener hacia una persona, sin dobleces, sin prejuicios, sin nada más que admiración, ternura, y un eterno agradecimiento. Gracias por cada segundo a mi lado, por cuidarme, por quererme como lo haces, por ser así de especial y dejarme disfrutarte...

-Ey cuchi, nos vamos a tomar algo?-
Te quitas las gafas riendo...
-Claro-.

No hay comentarios: