lunes, 21 de diciembre de 2009

Hubo una noche... sólo una noche



Van Gogh: La noche estrellada

Hubo una noche en la que me olvidé de la luna, que se reflejaba en el agua estanca que se veía desde nuestro refugio. Ignoré a las estrellas que mandaban luz hacia nuestra ventana empañada, rompiendo nuestra intimidad... Esa noche odié a la luna, a las estrellas, por tener que compartirte con ellas en la noche, por poder tocar tu piel, acariciándote con su luz...


Hubo una noche que se escapó a la gente, que nadie escucho mi voz quebrada al sentir tus dedos discurrir por vientre, al encontrar cada caricia que me regalabas... Esa noche envidié tus suspiros, por ser parte de tí...

Hubo una noche en la que nuestros labios se encontraron por casualidad, por un juego del destino, y sin esperarlo algo en mi interior comenzó a aletear, tan fuerte que pensé que iba a salir de mi pecho... Esa noche agradecí a tus manos la dulzura que me ofrecieron en cada gesto, avivando y calmando a la vez la pasión que despertaban en mí... Fue una noche... sólo una noche... en la que la luna se marchó, con el dolor de no poder sentirte más, hasta la eternidad que se antojaba la noche siguiente...

Y los primeros rayos de sol entraron furtivos a nuestro rincón, me desperté acomodada en tu pecho, como si así hubiera sido toda la vida, como si cada mañana me despertara un beso tuyo en mi frente. Sentí calma, paz, habría parado el mundo en ese momento, para que fuera eterno y no sentir miedo precisamente a eso, a sentir... Miedo a dejarme llevar... otra vez... miedo a abandonarme a tí, a dejarte entrar en mi interior, donde soy vulnerable, donde me ganarías la partida... miedo no... pavor... pavor a marcarte cada lugar de mi alma para que puedas herirme sin errores... pero no lo sentí... no quise pensar en nada más en ese momento mágico en el que nada más existía...

Pero no pude parar el tiempo, y éste transcurrió...

Con la luz de la mañana llegaron nuestras respectivas vidas, y con ellas mis miedos, porque añoré tu mano acariciando mi pelo, tu lengua jugando con la mía, tus susurros en mi oído, la humedad de tus besos, el calor de tu cuerpo en la noche fría, la firmeza con que me sujetaban tus manos a la vez tan delicadas...

Ahora sólo estás en mi memoria, en mis sueños... hasta que nuevamente el destino nos cruce, en un nuevo capricho del azar, y vuelva a sentirte mío por una noche, aunque para ello tenga que compartirte con la luna, aunque me cueste el riesgo de dejarme sentir...

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